Séptima y última parte, porque no creo que queráis concocer cómo nos fue el vuelo del lunes. Así que en la grandiosa explicación de las vacaciones egipcias éste será el punto y final de las mismas. Y lo hacemos contando que ese domingo por fin descansamos de verdad, sin prisas, sin telefónos sonando y sin excursiones preparadas.
Duchita y al salón de desayunos a llenar el buche. Sorpresa cuando me dan a firmar por consumir el desayuno. Al camarero, con amabilidad y un inglés muy refinado, le comento que tenemos el desayuno incluído y que yo no voy a pagar nada de nada. En fin, no sé si le queda muy claro, pero 45 euros por dos desayunos no estoy dispuesto a pagar por nada del mundo. Por si acaso me pongo las botas.
Duchita y al salón de desayunos a llenar el buche. Sorpresa cuando me dan a firmar por consumir el desayuno. Al camarero, con amabilidad y un inglés muy refinado, le comento que tenemos el desayuno incluído y que yo no voy a pagar nada de nada. En fin, no sé si le queda muy claro, pero 45 euros por dos desayunos no estoy dispuesto a pagar por nada del mundo. Por si acaso me pongo las botas.
Luego relax y piscina. Teníamos el cielo más despejado de los tres días de El Cairo y el sol pegaba con ganas, a pesar de ser las 11 de la mañana. Tomar el sol, leer y unos bañitos refrescantes que nos sirvieron para despejar la mente y olvidar todos los madrugones y esfuerzos de la semana. Pero el día no podía morirse en el hotel y después de estar una hora de reloj en un banco con la intención de cambiar dinero, nos dirijimos en taxi, que miedo otra vez, al mercado que el día anterior nos supo a poco.
Después de un 35 minutos de taxi y volver a ver la realidad y el caos egipcio, nos adentramos en el mercado Khan Al Khalili sin prisas y con la intención de hacer las últimas compras del viaje. Conseguimos llegar a la famosa tienda de Jordi, un egipcio casado con una catalana, en donde los precios son fijos y no se tiene ni debe que regatear. ¡ Por fin! Pero lo verdaderamente especial lo vivimos cuando el vendedor nos empezó a chapurrear en euskara. Vaya, estamos en todos los lados. Y ahí no acabaría la cosa, porque más tarde otro vendedor nos soltaría unas cuantas frases más en euskara muy bien dichas... impresionados es poco lo que nos quedamos.
Pasado el shock acabamos comiendo por allí, peor que el día anterior, algo más barato y con más bullicio, porque estábamos en la calle a la entrada de una de las arterias del mercado. Luego, ya un poco cansados, decidimos volver al hotel a pasar la tarde. No nos quedaba más fuerza e ir al hotel era la opción que consideramos como la apropiada. Estuvimos en el Sky del edificio, tomamos algo, disfrutamos del sol de la tarde y cuando éste desapareció, nos marchamos a la habitación para pasar allí la última noche de nuestras vacaciones.
Se acababan 7 días impresionantes, una semana que nos deja marcados por una cultura ancestraria que nos lleva a repasar todo lo que hemos visto esos últimos días. Templos, pirámides, colosos, estatuas, obeliscos y un sinfín de cosas que nos hacen sentir pequeños y que nos llevan a reflexionar sobre lo grande y poderoso que era el Imperio egipcio y lo impresionante de sus logros.
Ahora toca dormir bien que mañana de nuevo toca el despertador a las 5.15, es el último madrugón, el peor quizás. Luego 5 horas de avión para volver a España. Otra odisea. El viaje al fantástico mundo egipcio se agota, cerramos los ojos y soñamos... soñamos con quizás poder volver algún día...
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