El miércoles nos levantamos con fuerzas renovadas. Habíamos podidos descansar lo suficiente y los cuerpos volvían a estar frescos. Desayuno copioso y preparados para afrontar otro día ajetreado.
Por la mañana teníamos la visita al templo de Edfú, una ciudad pequeña, pero ruidosa, con un denominador común, las calesas campaban a sus anchas y se entremezclaban con los coches, haciendo que el tráfico fuera un caos mayor de lo debido. Así que llegamos en calesa al templo, pena de caballos, que puedo asegurar comen bien poco para lo mucho que les toca trabajar. El templo está perfectamente conservado y la fachada nos deja a todos boquiabiertos. Nuestro guía comienza con las pertinentes explicaciones ante un sol que nos castiga con justicia. Tiempo libre y luego vuelta en calesa al barco.
Relax, comida y a cubierta a disfrutar un poco del sol, del calor y de la piscina. De todas formas pega tan fuerte Lorenzo que tenemos que acabar refugiándonos en la sombra y echando una pequeña cabezada antes de salir hacia el templo de Kon Ombo, que disfrutaremos al anochecer. El sol ha descendido y las explicaciones de "Rafa" se hacen más amenas. Nos enseña el material médico de la época y el primer calendario de los egipcios, un prodigio, sin duda.
Vuelta al barco y a cenar con el grupo. Luego tenemos fiesta de chilabas, disfrazados para la ocasión vamos al bar de la motonave, pero hay algo que me tiene conmocionado, al día siguiente nos sonará el teléfono a las 2:15 de la mañana, ¿será eso posible? ¿lo aguantaremos?. Y encima fiesta, no sé si es buena idea. En fin, después de unos cuantos juegos decidimos irnos al camarote a echarnos una pequeña siesta antes de que el maldito teléfono nos juegue una mala pasada. El día acaba entre risas y disfraces y con un gran regusto de boca. Ahora toca Abu Simbel...
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