Lo bien que se estaba arriba era un desahogo sobre la rutina y ruidos diarios. La verdad es que no teníamos pensado andar tanto por los montes, bueno, si, sé que 7 kilómetros no son muchos, pero lo cierto es que fue un paseo agradable entre rocas, poca vegetación y nada de ruido. Solos Eki y yo, no necesitamos más, eso es cierto.
En la foto estamos donde nos deja el teleférico, un lugar desértico y de poca vegetación. Unas cuantas ovejas, piedras y unas vistas espectaculares que alegran los ojos. Transmite una paz grande estar en un sitio así y recarga las pilas gastadas en el mundanal ruido. Una gozada, y más estando con la persona a la que quieres, para repetir pronto...
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