No nos queda otra, llega otro 22 de diciembre, día de la lotería de Navidad, o de la Salud, según se mire, (lo cual considero una mentira por las ilusiones que nos hacemos y lo poco que toca) y tenemos que pedir lo mismo que todos los años, que no es poco por cierto, y se resume a pedir salud, bueno, y trabajo, que tal y como están las cosas no es poco. El país, bueno, el mundo está demasiado convulso económicamente y aquí los frágiles seguimos siendo los mismos de siempre.
Que los bancos piden ayuda a los gobiernos... bueno, pues estos, con nuestro dinero, se lo dan para que no se hundan y luego ellos utilizan o malgastan este dinero en lo que siempre han hecho. Que las grandes empresas pasan malos momentos (Asegurados AEG)... se les ayuda con dinero público para evitar el hundimiento y estas lo utilizan para primar a sus altos ejecutivos con sumas de dinero vergonzantes. Que uno alza la voz algo más que el resto... lo normal es que la empresa acabe tomando medidas contra este sujeto. Mensaje que se quiere transmitir: no hagas mucho ruído para que las cosas no te vayan a peor. Infundar miedo mientras unos cuantos privilegiados se siguen lucrando, esa es la verdad y la miseria de todo esto que nos rodea.
Así que llega el día 21 por la tarde- noche y todo el mundo sueña con ese pellizco de la lotería, con ese dinero soñado que nos hará cambiar nuestras vidas, o eso creemos. Te duermes pensando que al día siguiente quizás en el momento de volver a coger la cama seas una persona más libre económicamente, sin ataduras de bancos y sin vivir en la cuerda floja diaria en la que más vale ser un mero mueble, no abrir la boca en demasía y decir amén a todo. Qué pena de sociedad...
Al día siguiente el niño o niña de turno canta el número que no tienes, como es normal, y los sueños se desvanecen en un instante, miras el reloj y te das cuenta que te quedan dos horas para volver al curro, para dejar de soñar despierto y no creer en milagros, al fin y al cabo si hay 85.000 números en el bombo, que salga el que uno tiene no es más que un milagro extremo, un milagro al que nos agarramos cada año. Luego, por supuesto, que no te pase lo que le pasó a mi aita, toca el gordo y como no te han dejado coger más que 20 de las antiguas pesetas, lo que te tocan son 80.000 pesetas de las de entonces, que sí, que te hacen ilusión, pero yo creo que uno se queda pensando si el tren del gordo volverá a pasar por sus vidas cuando lo ha tenido tan cercano y no ha podido más que quedarse con las migajas del gran premio. Aún así te queda el consuelo de que al menos una vez en la vida has podido disfrutar de ser el agraciado del Gordo de Navidad.
Menos mal que el Athletic nos dio la buena nueva de poner un autobús en Barcelona y mantener un resultado que a priori se antojaba imposible, un 0-0 que nos da motivos a los athletizales de soñar en el partido mágico de la noche de Reyes y quizás, quién sabe cómo o por qué, poder eliminar al todopoderoso e intocable Barcelona de Guardiola, quizás, no, seguro, el mejor equipo de la historia del fútbol. Después de un partido rocoso, bien planteado y serio de los nuestros, volvemos con la cabeza alta, elogios a doquier del mass media y convencidos de que, por qué no, podemos dar la machada y plantar cara al superequipo culé con nuestra aficción volcada. Algo de esperanza siempre nos viene bien.
Y por último la Navidad. Después de cenas con los colegas, cóckteles de empresa, compra de regalos varios, lotería y diversas cuadraturas del círculo para cuadrar horarios, nos encontramos de lleno en la Navidad. Empiezan las celebraciones, las cenas copiosas, el Feliz Navidad o el Feliz Año, el sueño, las resacas y todo lo que conlleva estas fechas. De momento a mí me toca empezarlas currando el 24 de tarde, así que me quedo sin el habitual poteo con los amigos por la tarde y la preparación de la cena de Nochebuena, como quién dice, llegaré con la mesa puesta y todos con un hambre que tendrán los cuchillos afilados a mi llegada. Y luego la acabaré trabajando el día de Reyes también por la tarde, mientras habré pasado el día de Año Nuevo como un buen currante: trabajando desde las 7AM mientras la gente estará todavía de parranda por la calle o comiendo el tradicional chocolate con churros.
Y esto es que lo nos deparan estas fechas, como bien he dicho al principio, sobre todo nos queda pedir salud y por qué no, volver a soñar con que el año que viene el niño o niña de turno cante nuestro número de la lotería de Navidad y por fin, y merecidamente, nos hagamos con el Gordo de la Navidad. Soñar es libre, pero también es obligatorio visto el mundo en el que vivimos.
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