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sábado, 10 de abril de 2010

Viaje a Egipto, 5º parte

Esto del sonido del teléfono para despertarnos empieza a cambiar el caracter de la gente. Otro día más que vamos a arrastrar sueño durante el día, ¡ qué pesadilla son los madrugones!. Bien, reconozco que luego el día da más de sí, pero cuando suena el maldito teléfono me quiero morir.
Además, hoy es peor, porque hemos madrugado para coger un avión con destino El Cairo. Viaje al aeropuerto de Asuán, espera para embarcar y una hora de vuelo. Nos recogen en un autobús para empezar las excursiones del día, bueno, la excursión, porque hoy toca la importante y vital visita a las pirámides y a la esfinge. Luego al hotel y tarde libre.

El autobús nos da la oportunidad de tener una primera impresión de la capital egipcia. El caos automovilístico es bestial, las calles estás abarrotadas de gente por todos los lados y la suciedad es el denominador común de ellas. Hace gracia ver a la gente barriendo para mover la mierda de un lado a otro. 20 millones de personas son muchas, y eso se deja notar en el bullicio y en la cantidad de bloques de casas, mercados y cafeterías que vamos dejando atrás.

Después de 45 minutos llegamos a nuestro destino, las pirámides de Keops, Kefren y Micerinos. Las que tantas veces hemos visto por televisión o foto, están delante de nuestros ojos y el espectáculo merece la pena. Creo que impresionan aún más de lo que la gente nos ha ido diciendo y la explicación de Rafa nos deja petrificados. 2.300.000 bloques de piedra, 100.000 hombres trabajando, 146 metros de altura... ¿ en verdad ésto se hizo hace 3.000 años? parece realmente imposible.
Visitamos las pirámides por fuera y tenemos tiempo de hacernos una foto con las 3 pirámides de fondo. La anécdota del día la ponen las niñas egipcias que se avalanchan entorno a Eki pidiéndole fotos a su lado. Parecía una famosa. Yo estupefacto lo único que podía hacer es ver, oir y callar, bueno, y sacar alguna foto del momento.

Luego visitamos la Esfinge con su nariz rota, aunque creo que no la disfrutamos del todo, los cuerpos empezaban a sentir los efectos de tantos madrugones y nos pedían descanso irremediablemente.
Así que después de un rato emprendimos camino al hotel. El Fairmonth Nile City es un espectáculo de hotel. Hecho a lo grande, con 23 plantas, SPA, piscina en el "sky" del hotel y unas habitaciones impresionantes. La cama, que era lo que más nos importaba era un lujo asiático, dos metros de mullido colchón con unas almohadas que te sumergías en ellas dispuesto a caer irremediablemente en las manos de Morfeo. Intenté ver el telediario, pero el cansancio pudo con mi cuerpo y quedé petrificado 4 horas en la cama sin mover un solo músculo de lo dormidos que los tenía.
Luego una vuelta por el hotel, relax, cena en la habitación e increíblemente, aunque parezca mentira, de nuevo a dormir. Nos quedaba un sábado intenso por delante, con muchas cosas por ver y había que recuperar el sueño perdido (aunque no se pueda recuperar, queda bien decirlo) y relajar el cuerpo para afrontar un fin de semana lleno de impactos visuales en la ciudad más caótica que he visitado en mi vida. Pero eso, de nuevo, es otra historia...

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