Sé que allá donde estuvieras viendo el partido ayudaste a que Ibai tuviera el descaro de hacer ese recorte preciso y precioso, ayudaste que a Llorente metiera la pierna en el primer palo y moviste 2 centímetros el poste para ese balón entrara a la portería.
Corría el minuto 87 cuando Ibai centraba desde la parte izquierda del área lusa y Llorente metía como podía la pierna en el primer palo. En ese momento los sentimientos se desataron por completo, la alegría se fusionó y el orgullo rojiblanco, el orgullo de ser del Athletic se desató por toda Bizkaia. Gritos, abrazos, emociones y por qué no, lagrimas...

Me hubiera gustado poder cantar contigo ayer ese gol de Llorente y ver el brillo de tus ojos por tener la suerte de volver a jugar una final europea. Desde el minuto 1 de partido de acordé de tí y cuando quedaban 2 minutos me arrodillé y se me saltó alguna lagrimilla pensando lo que hubiera disfrutado si al día siguiente podría haberte contado y comentado el partido y la hazaña del Athletic.
El 9 de mayo está a 10 días vista, una final que nadie de nuestra generación ha vivido, un sueño hecho realidad en una competición larguísima. Dejando atrás a equipos como el United, el Schalke o los lisboetas, jugando un fútbol que ha logrado sentirnos más orgullosos aún del mejor equipo del mundo. Ver las gradas ayer de San Mamés ponía los pelos como escarpias, tal y como sucedió en aquella semifinal de Copa contra el Sevilla y el guión mejor escrito se cumplía cuando Llorente ponía el tercero en el marcador a 3 minutos del final y el sueño se hacía realidad. Explotamos de alegría, de éxito y de euforia.
Siento tanto que no estés aquí que si por algo deseo ganar este año un título es por ofrecértelo a tí, porque sé que allá donde estés habrás disfrutado y habrás sonreido nuevamente. Tú también has aportado tu granito de arena para que estemos a un paso de la gloria, va por tí abuelo...
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