Tocaba boda. Después de mucho tiempo esperando la dichosa boda, llegó. Al principio siempre te produce pereza este tipo de eventos, y no por el dineral que salen, sino por el tema de viajar, prepararte, estar de jolgorio todo el día... luego la vuelta cuando uno está descacharrado... en fin, que pereza da.
Por suerte el viaje de ida no se nos hizo muy pesado, la autopista es un gran invento y llegamos pronto al pueblo. Además tuvimos la inmensa suerte que después de una semana de lluvias intensas, ese día saliera el sol y hiciera que la boda la viviéramos sobre seco, que no es poco. Después del paripé absoluto de la iglesia, que es lo que me parece esa ceremonia, fuímos a Aguilar de Campoó a la comida a un restaurante-parador la mar de chulo. Ahí empezamos para mí la verdadera boda. Lo mejor de la misma.
Y es que un poco de alcohol en vena anima a cualquiera aún no teniendo el cuerpo para mucha chirigota. La comida fenomenal y poco a poco entramos en ambiente. Baile en el restaurante, bus hasta Aguilar, salir por los pubs del pueblo... y acabar como el rosario de la aurora, todo uno. A las 6 de la mañana camino a Población a dormir, el cuerpo molido, destrozado, aniquilado y moribundo, así que caí en un profundo sueño nada más tocar la cama.
Al día siguiente los excesos de la boda se notaron y el caracter se me agrió, no tenía mucho cuerpo de jota y hasta que no me estabilicé no fui persona. Eki sin embargo estaba más despierta, con mejor cuerpo y más dicharachera. ¡ Qué suerte!. Tocaba quizás lo peor de todo, la vuelta. Comer y después de una agradable sobremesa tocaba levantar los traseros para volver a casa. Viaje pesado, incómodo y más largo que la ida. Los cuerpos pedían tregua y la tarde del domingo hacía presagiar el inicio inminente de una nueva y dura semana de trabajo.
Agotados, vuelta al hogar, deshacer la maleta, respirar, ducharse y después de hacer la comida del día siguiente, por fin, sentarse en el sofá y resoplar después de un fin de semana intenso, movido, divertido y agotador. De momento, no quiero ni oir de más bodas.
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