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lunes, 21 de enero de 2013

Aquellas tardes de verano...

Llevaba unos días dándole vueltas a escribir sobre ello. Todo lo que ha pasado entorno a Lance Armstrong,  el ciclismo, su dopaje y su confesión televisada para todo el planeta me ha revuelto un poco los recuerdos y quería hablaros sobre ellos. Desde que era bastante joven e iba a Noja a pasar los largos veranos al camping, siempre tenía en la agenda unos días marcados en rojo, eran las 3 semanas que duraba el Tour de Francia. Al principio como no teníamos tele en color en la caravana, uno de nuestros vecinos de enfrente, Julián, me invitaba a pasar a su módulo diariamente y juntos veíamos las etapas del Tour. Al principio fueron los duelos de Indurain con Rominger, Ullrich, Chiapucci o el gran Gianni Bugno y no había una tarde que después de la comida mi ritual cambiara. Además tuvimos la suerte de vivir la época dorada de Miguel y la afición por esas tardes creció a la vez que Indurain ganaba sus 5 Tours.


Después  de unos veranos conseguimos la ansiada tele en color y las sobremesas de julio las pasaba sentado en nuestro avance pegado a la tele y viendo correr, sufrir, y sudar a los ciclistas que cada año corrían por carreteras francesas. Después de comer el ritual era siempre el mismo, fregar rápido para poder ver la tele tranquilo. Así apareció Lance en el Tour, después de un grave tumor, regresó a la competición y arrolló durante 7 años seguidos. Era imparable. Un rodillo. A mi nunca me pareció un tipo especialmente simpático y la verdad es que siempre esperaba que se quedara en un ataque o que tuviera una pájara por los montes franceses. Pocas veces pude disfrutar de ello, un par de amagos. Y mira que tuvo rivales, y de categoría... Ullrich, Jalabert, Pantani, Beloki, Heras... todos ellos lo intentaron, pero siempre se quedaron lejos del tejano, que arrasaba un año si y otro también a los que se le ponían por delante. Esa forma de pedalear subiendo, un rodillo intenso e imparable y la ayuda siempre de un gran equipo hacía imposible que se le venciera. Ganó 7 veces, las 7 con trampa.



Así verano tras verano perdí tardes y tardes de siesta, pegado a la tele, disfrutando de las subidas a los Alpes, a los Pirineos, las contrarelojs y de las batallas diarias. Cuando acababa la etapa siempre llegaba el momento de imitarles, cogíamos las bicis y nos metíamos buenos tutes por Noja y sus alrededores, pero con la diferencia que nosotros sí íbamos limpios de polvo y paja, lo que muchos de ese pelotón no podrán decir jamás. Ahora cuando echo la vista atrás me da pena ver que seguí a gente tramposa que violó la base del deporte, la limpieza y la deportividad, que me hizo perder horas de mis vacaciones durante muchos años, incluso horas de playa para verles ganar y resultar ahora ser todo una gran mentira. 


Todo lo ocurrido estos días pasados me ha transportado unos años atrás y me ha traído recuerdos muy gratos de esos veranos llenos de vida en Noja, con mis amigos, la playa, las bicis, el fútbol, el basket, las chicas y las salidas nocturnas. Unos años de los que guardo un recuerdo imborrable y que cada día valoro más. Veranos en los que los ciclistas nos engañaron haciéndonos creer algo que no era. 


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