Ayer pasamos a semis en la Copa del Rey y la ilusión y la alegría ya se han desbordado en Bilbo. Es cierto que estamos ávidos de triunfos, ansiosos por lograr algo grande y deseosos de celebraciones e ilusiones varias. De momento lo ideal es mantener los piés en el suelo porque en realidad poco o nada hemos logrado.
Sí, hemos eliminado a un Recre que nos pudo echar en Huelva. A un Osasuna cándido que se dejó empatar en el minuto 92 en Pamplona y vino a Bilbo pensando en salir adelante en liga y ahora a un Sporting valiente que nos dejó escapar vivos en San Mamés y que luego no supo rematar en Gijón cuando iba 1-0. Bien, no quiero ser agorero porque si estamos en semifinales es porque lo hemos buscado y merecido, estamos jugando bien nuestras cartas este año y después de respirar en liga hemos puesto nuestras fuerzas en Copa, un camino diferente y más corto para lograr el acceso a Europa y el único título que a día de hoy somos capaces de luchar.
Esta temporada se cumplen 25 años desde la última liga y los de mi generación somos ajenos a festejos, gabarras y demás celebraciones. Aparte del segundo puesto en el Centenario del equipo en el 98, poco más hemos podido celebrar. Ni una final que llevarnos a la boca. Por eso quizás la alegría esté desbordada, por la falta de costumbre y por las ganas de vivir algo especial con nuestro equipo, algo que desconocemos y que siempre nos ha creado envidia cuando hemos visto a Mallorca, Getafe, Espanyol o Recre vivir cuando han llegado a finales de Copa en los últimos años.
Este año es el nuestro y tenemos que saber que oportunidades así no se presentan siempre, queda por delante una eliminatoria y hay que poner todo para pasar, nos merecemos la final y unos meses de ilusión.